A cien años de iniciada la revolución mexicana y ante un alud de publicaciones que vieron la luz para celebrar su centeneario, parecería que una más no hace la diferencia, no obstante No me digas que fue un sueño, es una magnífica novela, que comienza su narración unos meses antes del estallido de la gesta y de la mano de entrañables personajes, nos deja ver algunos de los pasajes históricos más importantes que se vivieron en la ciudad de México en el convulso 1910, entre los que destacan desde las fiestas del centenario hasta la terrible Decena trágica. Una de las diferencias que podíamos señalar de otras publicaciones, es la notable y minuciosa reconstrucción que la autora realiza de la ciudad de México, sus calles, sus pobladores, costumbres, modas, entre otros detalles que nos hacen vivir los primeros años de la Revolución desde la capital del país.
Linda Hernández, construyó una serie de personajes de perfiles nítidos y definidos que transmiten al lector una serie de sentimientos que los llevan desde el infaltable amor, pasando por la lealtad, la fidelidad, la envidia, la traición, los celos y las intrigas. A estos protagonistas salidos de la pluma se suman otros reales con los que esta narración entreteje la historia con la ficción, dando como resultado horas de placentera lectura. Para los interesados en la historia de México y para los que gustan de una buena novela, No me digas que fue un sueño, es una magnífica opción para adentrarse en la vida cotidiana del México revolucionario.
Dra. Claudia Pardo.
Profesora e investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas Dr. José Ma Luis Mora.
Directora de Secuencia, revista de historia y ciencias sociales.
HISTORIA DE UN LIBRO
Ya olvidé la fecha de cuando comencé a escribir esta historia, pero como dice en el título sí comenzó como un hermoso sueño. Primero soñé dormida dos parejas que paseaban en un carruaje por Chapultepec; después comencé a soñar despierta entretejiendo personajes con situaciones cotidianas y con la historia de México, mi gran pasión. Siempre buscando la persona de Porfirio Díaz, a quien admiro, y la de Francisco I. Madero, a quien aprendí a querer después de la novela.
Pasé 8 años de mi vida redactando e investigando, pues ante todo estaba el trabajo de la historiadora que hay en mi formación académica. Para ser más acertada busqué los textos de los escritores contemporaneos a Porfirio Diaz, como José Valadez, Jesús Silva Herzog, José Lopez Portillo y Riojas, Francisco Bulnes, José Juan Tablada, Federico Gamboa, García Naranjo, entre otros. Después estudié a los historiadores actuales, que tienen una imagen del porfiriato más humanista y comencé a formar el México de principios del siglo XX con sus olores, colores y sabores.
Posteriormente estudié a Francisco I. Madero, un ser hasta cierto punto desconocido para mi. Entre la páginas de la Sucesión Presidencial de 1910, los escritos de José Valadez, Ignacio Solares, Krauze, Francois Xavier Guerra, Villalpando, Taibo II, y sobre todo los discursos de Madero, publicados por Editorial Clio; descubrí un personaje contrastante cuyos intereses eran nobles y buenos, pero con poca capacidad para gobernar. Poco a poco me fui enrolando en las personalidades de Sarita Pérez y don Panchito.
Entre tanto estudio fui elaborando los personajes de ficción y una historia de amor, pasión, lealtad, celos. Personajes que interactúan en lugares conocidos de la ciudad de México: la calle de Pescaditos, que sobrevive en el centro, cerca del mercado de San Juan, el Hospital Morelos para mujeres públicas, hoy museo Franz Mayer, el Paseo de la Reforma, la calle de Berlín en la Colonia Juárez, el Jockey Club, hoy Sanborns de los azulejos, el Autoclub, hoy Casa del Lago y muchos lugares más.
La música y la literatura de la época fueron factores importantes. Para entender mejor la época fue necesario releer a los poetas mexicanos, sobre todo a Manuel Gutiérrez Nájera, el duque Job, Luis Urbina, Amado Nervo y escuchar una y otra vez, los valses de Juventino Rosas, Macedonio Alcalá, Enrique Mora, José de Jesús Martínez, Rodolfo Campodónico y Belisario de Jesús García.
También fue importante en la investigación El Amanaque Bouret para el año 1897 y La vida cotidiana de la Ciudad de México 1910.
En la investigación médica me llevé gratas sorpresas, pues al acudir a la biblioteca de la Antigua escuela de Medicina, me encontré con las tesis originales de los estudiantes entre los años de 1890 a 1900, junto con los textos de las curaciones de esa época, por cierto muchos redactados en francés. Además, estar casada con un médico tiene sus ventajas, pues mi esposo contestó con paciencia todas mis dudas.
En la memoria de mi computadora, en el archivo correspondiente a mis imagenes, aún estan guardadas las cientos de fotografías que tomé. Cada exhibición sobre porfiriato la tomé integra con mi cámara y donde no permitían tomar fotografías, en mi libreta de apuntes anote los recuadros, decribí las escenas y dibujé los artículos. Varias mañanas pasé por las calles del centro histórico tomando fotografías de edificios que pronto desapareceran por la falta de protección de la autoridades.
Así mismo bajé de la página del Instituto de estudios históricos de las revoluciones mexicanas, las síntesis que hicieron de los periódicos El Imparcial, El Diario del Hogar y El Antirreleccionista, para la celebración del centenario de la independencia.
En cuanto a la edición y la publicación fue una larga y decepcionante historia. Por desgracia, como me dijo el director de mercadeo de una importante librería: en México sólo publica en que tiene influencias o dinero. El peregrinar por las editoriales en busca de un dictamen positivo desalienta a cualquier escritor. Si no escribes algo amarillista no te aceptan. Además, luego te encuentras con gente oportunista que trata de abusar de la falta de experiencia. Una editorial me aceptó, pero cuando vieron la extensión del libro, mercadotecnia lo echó para atrás. Al no tener éxito decidí mandar mi libro a Estados Unidos, a Palibrio. Ahí me aceptaron e hicieron una fina edición. Por eso mi libro no se puede conseguir en México, sólo se puede adquirir en línea en la página de la editorial.
El diseño de la portada también nació de una historia de amor, pero de amor familiar. Al principio tenía la idea de la columna del ángel, la que está en Reforma, entre la bruma; pero para poder utilizar la imagen se debe contar con la autorización de Bellas Artes, con trámites costosos y engorrosos. Desesperada, mi esposo me dio la idea de elaborar mi propia portada: tres personajes vestidos de época fotografiados sin que sus rostros se vean. Elaboré parte del vestuario, alquilé algunas prendas y le pedí a mis hijos y a Paulina que posaran. Un sábado nos fuimos a un parque y con mi cámara tomé una serie de fotografías en color sepia; luego elegimos la mejor.
Es así como concluyo la historia de mi libro. Un proyecto lleno de conocimiento, pasión y amor, y con todo mi agradecimiento a mi esposo, mis hijos,a Paulina, a la Dra.Claudia Pardo, a todos los que me ayudaron con sus comentarios y críticas, familiares y amigo; pero sobre todo, gracias a mis personajes que me dieron la oportunidad de que mi novela dejara de ser un sueño para convertirse en una hermosa realidad.
Linda R. Hernández.
No hay comentarios:
Publicar un comentario